Tu mirada perdida penetró la mía mientras mi miocardio palpitaba con potencia. Viendo la brillante belleza que brotaba de tu boca, saliendo de una sincera sonrisa, me sugería la bondad vacilante que veía borrada de mi vida. Entendí que tu entera entrega a la conversación casual que creamos era lo más hermoso que concebía mi cabeza carente de carisma. Imposible imaginar que todo tenía una trágica trayectoria para atrancar mi impertinente ímpetu. Reconozco que rocé la locura regalando a mi libido la ilusión de que lograría localizar la razón para reprimir el recado que tu rostro registró en mí. Si ser quien soy es ser como soy, si sentir lo que siento es sufrir en silencio que quiero lo que quiero, sentiré ser superado por lo que quiero. Quiero que me quieras, pero no quiero que creas que me quieres, ni quiero creer que creo quererte. Porque quererte es lo que quiero, pero amarte es lo que creo. Y si amarte es un delito, denuncio que me detengan.