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El engaño emocional de la recogida de tapones de plástico con fines solidarios

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A estas alturas prácticamente todo el mundo habrá visto campañas de recogidas de tapones con fines solidarios. Si tú nunca has oído hablar o quieres informarte más sobre estas campañas te animo a leer la página de la Fundación SEUR donde explican los logros que han conseguido y cómo colaborar. No quiero quitarle la ilusión de colaborar a quien quiera hacerlo, pero sí me gustaría reflexionar sobre los datos que se manejan y ofrecer una perspectiva más realista en cuanto a lo que implican económicamente estas campañas.

Lo primero que quiero es dejar claro que entiendo la labor de ahorro económico que supone para las empresas de reciclaje la separación manual de estos objetos, y el ahorro en emisiones de carbono dado que la generación de energía para sostener el proceso actual de separación automática se hace de manera no sostenible. Pero sin entrar en si los gobiernos deberían fomentar la producción de energía sostenible, convirtiendo la separación de residuos en algo meramente económico y no ecológico, lo que quiero comentar es mi visión sobre el juego emocional que se hace con la gente para participar en campañas de recogida.

Vamos pues con unas cifras básicas:

  • Un tapón medio de polipropileno o polietileno pesa unos 2-3 gramos (más info aquí).
  • Los tapones recogidos se venden a empresas de reciclaje a un precio máximo de 180€ por tonelada (más info aquí), incluso menos si se trata de polietileno.
  • Una familia media de 3-4 personas puede tirar siendo generosos 5 tapones al día (de detergentes, de botellas/bricks de agua/zumo/leche/refresco, tapas/dispensadores de salsas, tapas de pasta de dientes, tapas de desodorantes, etcétera). Si te parecen pocos deberías replantearte si en tu caso podrías generar menos residuos plásticos.
  • Por tanto una familia media podría generar unos 0,08€ al mes. Un euro al año.

Mi primera reflexión más allá de la labor de ayuda a la separación de residuos para su reciclado: ¿prefieres acumular varias horas al año separando, a veces limpiando, recopilando en bolsas, transportando y entregando unos 1800 tapones, o entregar 1 euro a quien lo necesita? ¿No será que nuestra conciencia individual se limpia mejor moviendo tapones que aportando dinero a causas que estrechen las diferencias sociales y económicas?

Ahora viene la otra reflexión, la social. Este tipo de acciones no se hacen individualmente por ser económicamente ineficientes, sino que se hacen en centros laborales, sociales o escolares. Supongamos nuevamente una asociación normal de familias: unas 300 familias medias podrían generar unos 25€ al mes, unos 300€ al año. La cifra es la misma obviamente, 1€ por familia al año. 300€ por tener a 1200-1600 personas durante 365 días concienciadas y pendientes de separar, recopilar en bolsas, transportar y entregar en contenedores todos los tapones que encuentren. Más las horas de vaciar esos contenedores, transportar el contenido y agruparlo para su envío a las empresas de reciclaje.

¿No será que esa asociación quiere colgarse el cartel de actuar con buenismo? Muchas veces incluso jugando con nuestras emociones usando la imagen de niños enfermos que seguro valorarían mucho más ese euro en mano y un buen abrazo en vez de tanto cartel, tanta campaña publicitaria y tanta medalla autoimpuesta por aquellos que lejos de ayudar económica o socialmente limpian sus conciencias a base de buenas palabras.

En Madrid, donde yo vivo, tienes una fundación fabulosa que recibirá ese euro encantado y te ahorras intermediarios:

Fundación de Investigación del Hospital Infantil Universitario Niño Jesús